"Amo mi cuerpo tiernamente, y, sin embargo, copularía
con un rinoceronte si así pudiera dejar de ser mujer"
"Soy un poste telegráfico, un marciano, un parterre
de rosas, un árbol, una lámpara de pie, una cámara, un
espantapájaros. No soy una mujer.
Bueno, no es culpa de nadie, ya lo sé (esto es lo que
se supone que debería pensar). Conozco y apruebo plenamente y acato
y admiro y obedezco absolutamente la doctrina de No Es Culpa De
Nadie, la doctrina del Cambio Gradual, la doctrina de las
Mujeres Tienen Más Capacidad De Amar Que Los Hombres, y por lo
tanto, debemos ser santas (¿santas guerreras?), la doctrina de Es Un
Problema Personal."
"¿De verdad queréis correr riesgos? Inocularos la peste
bubónica. ¡Qué estupidez! Cuando ese sol intelectual se
levanta, el césped puro se alarga bajo la montaña de cristal; bajo
esa pura luz intelectual no hay ya ni pigmento material ni verdadera
sombra. ¿Qué valor tiene el ego entonces?
Me contáis que los sapos encantados se convierten
en príncipes, que las ranas, bajo un encantamiento, se vuelven
princesas. ¿Y eso qué? El romanticismo es malo para la mente.
Os contaré una historia sobre la Vieja Filósofa Whileawayana;
es un personaje de leyenda entre nosotras, graciosa de un modo raro,
lo que nosotras llamamos «cosquillosa». La Vieja Filósofa
Whileawayana estaba sentada con las piernas dobladas rodeada de sus
discípulas (como siempre) cuando, sin la menor explicación, se
introdujo los dedos en la vagina, los sacó, y preguntó: "¿Qué
tengo aquí?"
Todas las discípulas reflexionaron profundamente.
—La vida —dijo una joven.
—El poder —dijo otra.
—Las labores domésticas —dijo una tercera.
—El paso del tiempo —dijo la cuarta— y la
trágica «reversibilidad de la verdad orgánica.
La Vieja Filósofa lanzó una carcajada. Le divertía
enormemente esta pasión por fabricar mitos.
—Ejercitad vuestra imaginación proyectiva con gente
que no pueda responderos —dijo.
Y abriendo la mano, les mostró que sus dedos estaban
perfectamente limpios de sangre, en parte porque ella tenía ciento
tres años y hacía mucho tiempo que había pasado la menopausia, y
en parte porque había muerto esa mañana. Entonces golpeó
fuertemente a sus discípulas en la cabeza y en los hombros con su
muleta, y se esfumó. Instantáneamente dos de las discípulas
alcanzaron la Revelación, la tercera se enfureció
violentamente por la impostura y se marchó a las montañas a vivir
como una ermitaña, mientras que la cuarta —totalmente
desilusionada de la filosofía, y concluyendo que era un juego de
locos— dejó de filosofar para siempre y se dedicó al dragado de
puertos. No se sabe qué fue del fantasma de la Vieja Filósofa. Pero
la moraleja de esta historia es que todas las imágenes,
ideales, figuras y representaciones fantásticas tienden a
desvanecerse más pronto o más tarde, a menos que tengan la gran
suerte de ser exudadas desde dentro, como las secreciones humanas o
la pelusilla de las uvas. Y si crees que la pelusilla de las uvas es
románticamente hermosa, deberías saber que en realidad se
trata de una película de parásitos fermentarlos ensañándose
con la fruta y devorando su azúcar, lo mismo que la piel humana
(examinada con muchos aumentos, lo reconozco) resulta ser
iridiscente por la multitud de plantillas, los enjambres de
bichitos, y toda la escoria que dejan sus cadáveres. Y de
acuerdo con los conceptos whileawayanos de lo correcto, así es como
debe ser y es motivo de infinito regocijo.
Después de todo, ¿por qué denigrar a los sapos? Los
príncipes y princesas son imbéciles. En vuestros cuentos no hacen
nada interesante. Ni siquiera son reales. Según vuestros libros de
historia superasteis la etapa de organización feudal en Europa ya
hace algún tiempo. Los sapos, en cambio, están cubiertos de
mucosidad, que ellos encuentran deliciosa; sufren agonías de
apasionado deseo durante las cuales se abrazan a un palo, a un dedo,
si no encuentran nada mejor, y experimentan raptos de gozo metarísico
(de naturaleza sápíca, por supuesto) que sé manifiestan
abiertamente en sus bellos ojos crisoberilianos.
¿Cuántos príncipes o princesas pueden decir otro
tanto?
Joanna, Jeannine y Janet. Qué fiesta de Jotas. Alguien
está coleccionando Jotas.
Estábamos en otro sitio. Quiero decir que ya no
estábamos en la cocina. Janet seguía vestida con el pantalón y el
suéter, yo, con mi albornoz, y Jeannine, con su pijama.
Jeannine llevaba en la mano una taza de cacao medio vacía con una
cuchara metida dentro.
Pero estábamos en otro sitio."
Una novela ABSOLUTAMENTE FASCINANTE.
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