El amor se entiende en nuestro contexto cultural como una experiencia universal, que todo el mundo vive igual, una cosa fisiológica que de repente viene y te atraviesa, pero que en realidad es un conjunto de experiencias a las que se le da un significado desde la cultura en la que vivimos.
Nuestra cultura amorosa da significado y una forma correcta, lógica, "natural" de qué hacer con esas experiencias, de cómo se construyen los vínculos amorosos. Todo ese conjunto de ideas e imágenes sobre cómo es el amor y cuál es la manera en que se construyen los vínculos está entretejida con el género. La forma binaria y complementaria en que en nuestro contexto se diferencia a las personas por sexo-género (mujer/hombre), las cualidades que se les atribuye (emocional/racional, maternal/protector, dependiente/independiente, etc.) y los espacios sociales que se les asigna (cuidadora/proveedor) se explica y justifica a través de la idea del amor. Amor y género se retroalimentan. El género predefine qué tienes que esperar y qué dar en el amor en función de si has sido asignada y socializada como mujer o como hombre, y lo define en términos complementarios: se asienta sobre la base de que el amor natural es heterosexual, y con fines de construir una familia. De esta manera el amor (nuestra cultura amorosa) configura el parentesco, configura los núcleos que sostienen a las personas y que reproducen la cultura. Sales de tu familia de origen para formar tu propia familia, y nuestra cultura amorosa define que la familia "natural" (basada en esa estructura de género binaria y complementaria) se basa en la pareja, monógama, heterosexual y con fines reproductivos.
Nuestra cultura amorosa da significado y una forma correcta, lógica, "natural" de qué hacer con esas experiencias, de cómo se construyen los vínculos amorosos. Todo ese conjunto de ideas e imágenes sobre cómo es el amor y cuál es la manera en que se construyen los vínculos está entretejida con el género. La forma binaria y complementaria en que en nuestro contexto se diferencia a las personas por sexo-género (mujer/hombre), las cualidades que se les atribuye (emocional/racional, maternal/protector, dependiente/independiente, etc.) y los espacios sociales que se les asigna (cuidadora/proveedor) se explica y justifica a través de la idea del amor. Amor y género se retroalimentan. El género predefine qué tienes que esperar y qué dar en el amor en función de si has sido asignada y socializada como mujer o como hombre, y lo define en términos complementarios: se asienta sobre la base de que el amor natural es heterosexual, y con fines de construir una familia. De esta manera el amor (nuestra cultura amorosa) configura el parentesco, configura los núcleos que sostienen a las personas y que reproducen la cultura. Sales de tu familia de origen para formar tu propia familia, y nuestra cultura amorosa define que la familia "natural" (basada en esa estructura de género binaria y complementaria) se basa en la pareja, monógama, heterosexual y con fines reproductivos.
Nuestra cultura amorosa amalgama dos cosas como si fueran la misma: las experiencias amorosas (relacionadas con el deseo de intimidad con otra(s) persona(s), el deseo de proyección de una relación a largo plazo, la erotización,...) con la forma en que esas experiencias se regulan y organizan socialmente. Y además agrupa las experiencias amorosas en categorias (amor romántico, afinidad/amistad, amor maternal) en lugar de concebirlas como un espectro con combinaciones posibles abiertas.
Nuestra cultura amorosa nos dice cómo se construyen los vínculos amorosos: separa los vínculos románticos de los demás, nos dice que si el amor es de verdad estos vínculos se construyen en pareja exclusiva, y los privilegia respecto a los otros: a los vínculos románticos se reservan los compromisos sobre los que sostenemos y con los que construimos nuestras vidas (convivencia, pacto de cuidados, economía compartida, crianza si la hay, integración en la familia de origen, etc.).
¿Podemos fugarnos de estas estructuras? Sí, podemos fugarnos de la heterosexualidad, o de la monogamia, o del amor romántico, o de la estructura de pareja como eje de nuestras vidas, etc. Pero estas estructuras ordenan y regulan nuestro contexto social (económica, jurídicamente, etc. incluidas nuestras comunidades elegidas) y además éste es un esquema cultural que tenemos internalizado: podemos movernos, pero nos lo llevamos.
Este paquete cultural no trae herramientas para otras formas de relacionarnos, así que: o las repetimos en otros lugares (relaciones abiertas, por ejemplo) o necesitamos otras nuevas, esto es: repensar los amores.
Repensar los amores desde esta posición situada en nuestro contexto, teniendo en cuenta nuestra cultura amorosa y cómo está tejida con las estructuras de género y de clase. No elegimos cómo vincularnos basándonos únicamente en la voluntad, y no es una experiencia universal que todas vivamos igual. Ésta es una visión ahistórica que fomenta el mercado de las relaciones: la idea de que yo como consumidora individual e independiente elijo cómo quiero vincularme.
La propuesta del taller es repensar los amores desde nuestro propio estar en el mundo.
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ResponderEliminares difícil hacer el amor cuando te lanzas al vacío de no exigir nada y desear mucho, cuando ves a alguien aceptando que es diferente y no pedirle que cambie como tú deseas, dejando de ser tú el centro de tu vida y de esperar que el otro te mire. Se hace difícil porque la relación puede no durar lo que tu desearías, porque los temores habitan en nosotros y aslen a la luz sin que te lo esperes, y porque en las relaciones uno mismo se situa en la posición de elegir sin escuchar antes al otro.. Es difícil hacer el amor porque ya un* mism* es difícil vivir sin contradicciones ni dudas, si a esto le unes las del otr*, la dificultad es mayor, y si entra otra persona más el conflicto es mucho más presente. Ao se añade el que el pensamiento se convierte en un armazón que quiere contener a la emoción para que esta sea la ideológicamente correcta, y entonces pensar en lugar de ponerte alas te pone cadenas porque controla o desea controlar tu manera de emocionarte y sentir la realidad, nos encorsetamos en modelos de pensamiento y se hacen duros, rígidos, absolutistas y te roba la espontaneidad y con ello la libertad de amar, de equivocarte y aprender de las equivocaciones.Hace falta gente muy profundamente humana y tolerante para aceptar todo esto, a la vez que con mucha fuerza interior para aceptartodo esto, hay que ser muy fuerte para aceptar un error o que alguien te corrija. Y siempre nos han educado más a debatir o a hablar que a estar en silencio mirándote a los ojos y compartir ese espacio que hay entre tu y yo, haciendo entre lod dos un puente.
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