domingo, 27 de enero de 2013

"Para amantes y luchador*s", Dean Spade (2006)


En los últimos cinco años aproximadamente, un número cada vez mayor de personas que conozco han comenzado a hablar de y a practicar el poliamor. Las personas queer y trans en las comunidades de las que participo han estado aún más tiempo discutiendo estas ideas y generando análisis junt*s. Muchas personas todavía recitan la común advertencia de “eso no puede funcionar”, pero así como much*s de nosotr*s vivimos consistemente con identidades y prácticas que a lo largo de toda nuestra vida se nos había dicho que no podían funcionar, veo personas que resisten consistentemente al “sentido común” de la monogamia, así como nosotr*s resistimos al “sentido común” heredado con respecto a la raza, la clase, el género y la sexualidad en nuestra cultura.
No creo que sea difícil ver cómo el interrogar los límites de la monogamia se enmarca dentro las políticas queer, trans, feministas, anti-capitalistas y anti-opresión en las que se enfocan muchas de mis prácticas personales y políticas.
Cuando pienso sobre este tema, a menudo empiezo con el feminismo, lugar donde muchas de mis primeras búsquedas políticas comenzaron durante mi adolescencia. Siempre me ha emocionado pensar en la propaganda anti-romántica del movimiento feminista de los ‘70s. ¿Alguna vez han visto algunas de éstas? Una que me viene a la cabeza es un póster –una foto de un hombre y una mujer caminando de la mano a través de un parque en un hermoso ocaso con pasteles aplastados sobre sus caras- con un texto diciendo algo sobre matar el mito romántico entre ell*s. He tenido varios huesos románticos en mi cuerpo, carnosos, flexibles, fuertes, pero siempre me han deleitado estas políticas anti-romance (especialmente a la luz de las reivindicaciones recientes de una estructura familiar heteronormativa y de los símbolos y ceremonias tradicionales del “amor” heterosexual, por parte de l*s defensor*s del matrimonio gay).
Fue un alivio para mí encontrar en mi adolescencia a feministas enarbolando una crítica del romance. Pude ver cómo el mito del romance hetero-monógamo se alineaba para joder a las mujeres –para crear un incentivo cultural de entrar a los acuerdos propietarios del matrimonio, para situar a las mujeres en una posición subordinada dentro de la díada romántica, para definir el valor de las mujeres únicamente en términos de encontrar y sostener exitosamente un romance, lavándoles la cabeza a las mujeres para gastar todo su tiempo midiéndose a sí mismas en relación a esta norma y trabajando para cambiar sus cuerpos, comportamientos y actividades con el fin de alcanzar los requisitos de ser atractivas a los hombres y adecuadas para el romance. Encuentro este mito perjudicial en lo personal para las personas –en tanto crea expectativas no-realistas sobre nosotr*s mism*s y cada un*, y nos hace experimentar inseguridad constantemente - y perjudicial en lo político porque es una enorme distracción de nuestra resistencia y nos divide (dan cuenta de esto, especialmente, los jodidos estereotipos autocomplacientes acerca de cómo las mujeres compiten entre ellas). Tristemente, a pesar de que los tropos usuales están enfocados en torno al romance heterosexual, mucho de esto se extiende a las comunidades queer, así como atraviesa en varios grados nuestros enfoques del sexo, el amor y el romance. Es importante que exista una crítica del mito romántico que apunte al modo en el que [éste] daña nuestras vidas personales, y al modo en el que [éste] es diseñado para alimentar acuerdos sociales codificados en leyes, inventados para subordinar a las mujeres y convertirlas en la propiedad de los hombres.
También pienso sobre esto en términos de capitalismo, en el sentido en que el capitalismo siempre nos está empujando hacia la perfección, creando ideas acerca del modo correcto de ser un hombre o una mujer o una madre o una cita, o cualquier cosa que la gente no pueda concretar. El objetivo es que nos estemos esforzando constantemente y comprando cosas para llenar esta brecha gigante de inseguridad creada. Nunca podrás ser demasiado ric* o demasiado delgad* (ambición) o lo suficientemente ric* o lo suficientemente delgad* (inseguridad). El capitalismo está fundamentalmente investido por las nociones de escasez/privación, alentándonos a sentir que nunca tendremos suficiente, de manera que actuemos por pura codicia y acaparamiento, y nos aboquemos a la acumulación. De hecho, el mito romántico está centrado en la escasez/privación: ¡sólo existe una sola persona allá afuera para vos! ¡Necesitás encontrar a alguien para casarte antes de que envejezcas! La regla de la exclusividad sexual también está centrada en la escasez/privación: cada persona sólo tiene una cierta cantidad de atención o atracción o amor o interés, y si cualquiera de estas cosas se dirige hacia alguien más allá de su pareja, su saldrá perdiendo. Generalmente no aplicamos esta regla a otras relaciones –no asumimos que tener dos hij*s implique amar al primero menos o no amarlo, o que tener más de un* amig* implica ser un* amig* mal*, fals* o menos interesad* hacia otr*s amig*s. Nosotr*s aplicamos esta concepción particular de escasez/privación al romance y al amor, y much*s de nosotr*s internalizamos estos sentimientos de escasez/privación muy profundamente.
Esto me lleva a otro punto central para mí. Una de las cosas que me veo a mí mismo haciendo al pensar en esto, es examinar cómo montones de personas que conozco son realmente increíbles, pero después muestran su peor lado, su peor conducta a la persona con la que salen. Con esa persona, serán excesivamente necesitad*s o dependientes, dominantes, posesiv*s, celos*s, crueles, irrespetuos*s, o irreflexiv*s. He visto esa tendencia en mí mismo también. Tiene sentido. Mucha inseguridad rodea el mito romántico y al mundo de vergüenza en el que está formulada la sexualidad en nuestra cultura, nosotr*s podemos volvernos seres monstruos*s en estas relaciones. También veo a personas priorizando relaciones románticas por sobre todas las cosas –dejando de lado a sus amig*s, apostando a poner todas sus emociones en un solo lugar, y creando, debido a eso, dinámicas no-saludables con la gente con la que salen. Simultáneamente, se vuelve la relación más importante así como aquella en la que la gente exterioriza sus lados más inseguros.
Uno de mis propósitos al pensar en redefinir la forma en la que entendemos las relaciones, es intentar tratar la gente con la que salgo de la manera en la que trato a mis amig*s –buscando ser respetuoso y reflexivo, teniendo límites y expectativas razonables- e intentar tratar a mis amig*s del modo en el que trato a la gente con la que salgo –dándoles atención especial, respetando mi compromiso con ell*s, siendo consistente e invirtiendo profundamente en nuestros futuros junt*s. En las comunidades queer en las que me encuentro, valorar la amistad es un asunto muy importante; a menudo después de salir del closet, much*s de nosotr*s no tenemos respaldo familiar y construimos profundas estructuras de apoyo con otr*s queers. Nos interesa resistir la estructura familiar heteronormativa en la que se espera que las personas formen una díada, se casen, tengan hij*s y cumplan todas sus necesidades dentro de esa estructura familiar. Much*s de nosotr*s entendemos eso como no-saludable, como una nueva tecnología del capitalismo tardío post-industrial que está relacionada con alienar a las personas de la comunidad y educarlas para pensar en términos de individualidad, valorando la pequeña unidad de la familia nuclear más que a la familia extendida. De esta manera, la posibilidad de cuestionar el estatus y las correspondientes normas de conductas diferenciadas en relación a cómo tratamos a nuestr*s amig*s vs. cómo tratamos a nuestras citas,  tratando de llevarlas hacia un balance, comienza a sustentar nuestro trabajo de crear familias elegidas y de resistir a la aniquilación de la comunidad que el capitalismo busca.
Pienso que el poliamor se ha vuelto un tema de creciente importancia en la discusión y el análisis dentro de las comunidades trans de las que formo parte en los últimos años. De muchas formas, tiene sentido que ésta sea un área de emergentes prácticas de resistencias dentro de comunidades resistiendo normas de género y quebrando reglas de género. Al aflojar nuestros lazos con el binarismo de género, nuestras ideas sobre ser hombres y mujeres correct*s a menudo se aflojan. Así como nuestras ideas anteriormente estrictas acerca de nuestros propios géneros se desmoronan, con frecuencia, al mismo tiempo, nos volvemos más experimentales con respecto al género y a la orientación sexual. De este modo, personas que siempre se han visto a sí mism*s dentro de un rol muy particular, como sería, por ejemplo, lesbiana butch, que pasan a cuestionar esas asociaciones de género, comienzan a desconectar la biología del género y a pensar en expresiones de género más fluidas, pueden llegar a encontrarse a sí mism*s interesad*s en la experimentación sexual con gente de diferentes géneros. He visto a montones de personas que han transicionado de una identidad lésbica a hombres trans o identidades transmasculinas, queriendo experimentar con identidades maricas, o cogiendo con otras personas trans o hombres no-trans. Parte de esto es comenzar a sentir de nuevas maneras nuevas fibras resistentes de sexo queer –viendo tu cuerpo de otras formas, sintiendo que podés hacer más cosas con él y decidir después lo que esas cosas significan para vos. Esto no es ciertamente así para todas las personas trans, pero lo he visto con frecuencia.  
Para las personas que viven en las periferias del género tradicional, ser percibidos como géneros distintos en momentos distintos, y llegar a entender cómo funciona la asignación subjetiva de género y cómo puede llegar a ser una membresía en cualquier rol de género, puede generar nuevos sentimientos de experimentación e independencia y placer aumentado. Repentinamente, esa cosa que siempre se ha dado por sentada en nuestra cultura – aquello de que todas las personas son varones o mujeres durante toda su vida, y que esta diferencia se encuentra inscripta ‘por naturaleza’ en nuestros propios genes- se desmorona cuando algunas personas te perciben como mujer y otras como un hombre, y cuando el género comienza a deshacerse en pedazos: pelo, pecho, ropa, forma de caminar, voz, gestos, etc. Inclusive para las personas trans que eventualmente arriban a un identidad masculina o femenina estable que encaja en ciertas normas tradicionales de género, much*s pasan a tener su imagen de estabilidad de género fuertemente trastocada por la experiencia de cambiar de género y navegar el mundo desde un nuevo punto de vista. Otr*s, como yo, que continuamos ocupando una posición genérica que desafía las expectativas tradicionales de cada género y que, por ende, somos interpretad*s de muchas diferentes maneras por muchas diferentes razones, experimentamos constantemente la inestabilidad del género, y usualmente tenemos un montón de historias divertidas o aterradoras para contar acerca de la fluidez de la percepción.
Para algunas personas, el sexo es un lugar donde los roles de género son confirmados, y tener sexo con gente que te perciba y te trate de acuerdo a los roles de género que estás expresando, puede ser un sentimiento realmente maravilloso y afirmativo. En los inicios de mi coming out como trans, significó el mundo para mí poder explorar mi género teniendo sexo con gente que quería comprometerse en juegos de género y que respetuosamente me veían a mí como yo me veía a mí mismo. Para gente que está experimentando con el género, con el modo en el que ell*s piensan o expresan su propio género, tener distintos tipos de sexo con diferentes tipos de personas puede ser una parte significativa del proceso de aprendizaje. En comunidades en las que estoy, esto ha dado lugar a un montón de discusiones interesantes. Para las parejas en las que una de las personas comenzaba a identificarse como trans, esto puede llegar a significar el reconocer que l*s dos miembros de la pareja pueden llegar a tener identificaciones en su orientación sexual que no dependan necesariamente del género de la otra pareja –como una pareja donde una mujer no-trans se identificaba como lesbiana y femme, y su novio trans como marica. Para algunas personas también, esto ha incentivado a abrir sus relaciones de modo que amb*s miembros puedan obtener la experimentación que desean, permitiéndol*s llegar a estar junt*s de maneras que funcionan para ell*s y que ell*s realmente aman. Para otra gente que conozco, que no tiene una pareja primaria, el poliamor significa llegar a ser pervertid*s y suci*s con toda la gente que les atrae, sin ser juzgad*s o considerad*s manipulador*s o mentiros*s. Para las personas socializadas como femeninas, esto puede ser increíblemente importante. Somos criad*s para pensar que el placer sexual no es para nosotr*s, para pensar que buscar placer es ser una puta, para pensar que deberíamos ser menos sexuales que los hombres, para pensar que el sexo es un servicio que se da para sostener un compromiso y una estructura familiar en relación a los hombres.  Haciendo a un lado eso, gozar de placer sexual y permitirnos buscarlo es un acto radical para cualquiera en nuestra cultura de vergüenza, pero particularmente para las personas criadas como mujeres, a quienes se les ha dicho que debían ser sexies (para que otr*s l*s consuman) pero no buscador*s de placer. Las feministas pro-sexo radicales desentrañaron estas ideas en los ‘80s, y puedo ver esas resonancias en las comunidades en las que me encuentro, en el deseo de abrazar la libertad y la experimentación sexual.
Esta cuestión de experimentación y diferentes tipos de afirmación que provienen del sexo también repercute en nuestras políticas de identidad. La cultura liberal basura nos dice que seamos cieg*s en relación a las diferencias entre personas, y el estúpido mito romántico nos dice que el amor es ciego. Pero l*s cumpas que tenemos políticas radicales y reconocemos que la identidad es un vector mayor de privilegio y opresión, sabemos que el amor, el sexo y la cultura no son cieg*s a la diferencia, sino que la diferencia juega un rol mayor en el sexo, el romance y la estructura familiar. Es también comprender que experimentar y reconocer las identidades que habitamos y el modo en el que éstas son percibidas, es importante, y encontrar comunidad con otras personas que son como nosotr*s puede ser empoderador y sanador. Por esa razón, un montón de nosotr*s quiere experimentar de esas formas también. Por ejemplo, podemos estar en una relación en la que estemos muy metid*s, pero podemos querer tener una experiencia por fuera de esa relación con alguien que comparta una característica con nosotr*s que nuestr* compañer* no, sea la raza, el lenguaje, la edad, el trasfondo de clase, la habilidad, la identidad trans o alguna otra cosa. Nuestras políticas radicales nos dicen que no tenemos que pretender que esas cosas no importan, y nosotr*s podemos hacer honor a las diferentes conexiones que podemos llegar a tener con gente basadas en identidades compartidas o diferentes. Si amamos a nuestras parejas y amig*s, tiene sentido que querramos que tengan experiencias que sean afirmadoras o importantes para ell*s de esas maneras, y no querramos dejar que las reglas de exclusividad social nos vuelvan barreras para desarrollo personal de cada persona.
Un montón de las cosas que estoy escribiendo aquí se dirigen a la noción básica en relación a lo que pensamos que sería amar a otras personas. ¿[Amar a otr*s] se trata de poseerl*s, encontrar seguridad en ell*s, alcanzar nuestras necesidades a través de ell*s, ser capaz de tratarl*s de cualquier manera y todavía tenerl*s cerca? Espero que no. Lo que espero que el amor sea –ya sea platónico, romántico, familiar o comunal- es el deseo sincero de que otra persona tenga lo que necesita para estar complet* y desarrollar su mejor capacidad para el goce o cualquier satisfacción que estén buscando.
Como persona celosa, estoy interesado en construir amor y confianza con gente que no se ancle en la exclusividad sexual, porque parte de mis celos, o quizás parte de los celos implicados en el drama cultural representado reiteradamente en la TV como “la otra mujer”, “el affaire” y el sentido descorazonador y traicionero del sexo por fuera de la relación, tiene que ver con que el deseo siempre excede cualquier contención –y tod*s nosotr*s lo sabemos de experimentar nuestro propio deseo. No importa qué tanto amemos, querramos, adoremos y qué tanto nos calienten nuestras parejas, también experimentamos deseo por fuera de esa díada, y el mito del romance (una persona está esperando a cada un* de nosotr*s, encontral*, amal*, comprá cosas con él/ella/elle y estarás feliz para siempre) que nos taladra desde el nacimiento hasta la muerte, hace de este conocimiento algo terriblemente amenazador. Entonces, para mí el punto es reconocer que el compromiso y el amor y el interés en alguien más no incluyen necesariamente la suspensión de todo el deseo sexual por otras personas, o tratar de desaprender la creencia de que esto es así. El punto para mí es el de crear relaciones basadas en nociones más profundas y reales de confianza. De este modo, el amor pasa a estar definido no por la exclusividad sexual, sino por el real respeto, preocupación y compromiso para actuar con empatía, responsabilidad de nuestras acciones y un deseo de crecimiento mutuo. Y todavía, a pesar de todo lo que he expresado aquí, tengo serias dudas con respecto a la presión poliamorosa entre mis amig*s. A veces lo veo emergiendo como una nueva norma sexual y como una base para el juicio y la coerción. En algunos círculos en los que estoy, se ha vuelto la única manera “radical” de ser sexual. Aquell*s que se relacionan de manera monógama, o que no están muy metid*s en ello, son juzgad*s. También veo, quizás más frecuentemente, que la poli-norma está causando que la gente se juzgue duramente a sí misma cuando irrumpen los celos. Tener cualquier tipo de sentimiento y, especialmente, admitirlo, está tan desalentado en nuestra cultura. Se nos incentiva a estar alienad*s de nosotr*s mism*s y de otr*s, a curarnos a nosotr*s mism*s de malos sentimientos a través de la medicación o “terapia comercial”, y la norma constituye esperar cierta perfección y felicidad completa, en tanto que cualquier otra cosa distinta supone una suerte de fracaso personal o desbalance químico. Esto resulta en un montón de sentimientos reprimidos. Muchas de las personas en las comunidades en las que estoy, especialmente gente que ha vivido violencia sexual y personas criad*s como mujeres en nuestra cultura-de-violación, han tenido demasiadas complicaciones para identificar por nosotr*s mism*s lo que está bien en relación al sexo –lo que queremos, lo que es una violación, cuáles son nuestros sentimientos reales- y con sentirse libres para expresarlo. Ciertamente no necesitamos más mensajes que nos digan que nuestros sentimientos en relación al sexo y a la seguridad están equivocados. Me preocupa ver las dinámicas que emergen donde la gente ha creado la nueva poli-norma, y luego se detestan a sí mism*s si no pueden vivirla. Si no son perfect*s siendo no-celos*s, no-sintiéndose-amenazad*s y estando totalmente encantad*s por sus parejas, inmediatamente explota que ell*s han fracasado de algún modo. Yo mismo me he sentido de esta manera. Frustrado sobre el modo en el que mi intelecto abraza este enfoque del sexo, y aún así, mi reacción emocional es a veces enorme e innegablemente negativa. Por momentos, esto se ha convertido en una forma de perfección inalcanzable que uso para torturarme a mí mismo, avergonzado de contarle siquiera a mis amig*s qué tan mal me siento cuando me siento sobrepasado por los celos, y me vuelvo crecientemente distante de mis compañer*s cuando intento ocultar estos vergonzosos y abrumadores sentimientos. Esto no pareciera ser la práctica radical y revolucionaria que había esperado. De hecho, se siente demasiado familiar, como los otros traumas de haber crecido bajo el capitalismo –alienación de mí mismo y de otr*s, inseguridad y desconfianza constante, miedo, auto-desprecio, dudas y frustración. No tengo una solución para este dilema. Sólo tengo esperanzas, para mí y para otr*s, y montones de preguntas. ¿Cómo reconozco la insuficiencia del mito romántico mientras me hago consciente de sus profundas raíces en mi vida emocional? ¿Cómo balanceo mis concepciones intelectuales con mis hábitos/expectativas arraigadas? Pareciera que la mejor respuesta para todo esto es continuar adelante como lo hacemos con el resto de nuestro activismo, cuidadosa y paulatinamente, basándonos en nuestros principios más claros, con confianza y apertura para cometer errores. La dificultad de tener relaciones abiertas no debería ser una razón para no intentarlo, pero debería ser una razón para no crear nuevas normas de castigo dentro de nuestras comunidades o dentro de nuestras propias mentes. Hemos hecho cosas difíciles antes. Luchamos contra opresiones internalizadas, elegimos vivir nuestras vidas de maneras que nuestras familias a menudo nos dicen que son imposibles, ideales o peligrosas, y obtenemos placer al resistir creativamente los límites de nuestro sistema político y cultural, que son tanto externos como parte de nuestras propias mentes. Una cosa que me he dado cuenta por mí mismo en los últimos años es que esto es un proceso bastante lento para mí. Donde he tratado de sumergirme en el poliamor con vari*s compañer*s rápidamente, me he sentido terrible y a menudo terminé perdiendo mi habilidad para estar con ell*s debido a lo terrible que me sentía sobre mis propios celos. Odio el sentimiento de estar teniendo un doble estándar o estar siendo un monstruo. Por eso ahora estoy tratando de resolver cómo tener relaciones que no estén basadas en la exclusividad sexual, pero también donde pueda estar cómodo admitiendo lo que funciona conmigo y no empujarme a mí mismo a estar ahí donde no puedo estar –ir despacio para descubrir que funciona y que no. No es fácil y todavía es muy misterioso para mí. A veces cuando tomo el subte, trato de mirar a cada persona e imaginar cómo se ven para alguien que está totalmente enamorad* de ell*s. Pienso que tod*s han sido mirad*s de esa manera, ya sea por un* amante, familiar o amig*, lo sepan o no. Es una cosa maravillosa, mirar a alguien que quizás nunca podría atraerme, y poder pensar que mirarl*s se siente como si alguien estuviese devorando cada parte de su imagen, alguien que tiene cuerdas invisibles conectadas a esta persona, atadas a cada parte de su cuerpo. Pienso que este divertido pasatiempo es una manera de cultivar compasión. Se siente bien pensar en la gente de esa manera, y usar una parte de mi mente que, pienso, está tradicionalmente reservada a una pequeña porción de gente que conoceré en mi vida, para poder apreciar un público general. Desearía pensar en la gente así más seguido. Pienso que es lo opuesto de lo que nuestra cultura nos enseña a hacer. Preferimos separar personas para encontrar sus defectos. Cultivar estos sentimientos de amor o apreciación por gente arbitraria, e incluso, por gente que no me gusta, me vuelve una persona más empática y apreciativa en relación a mí mismo y en relación a la gente que amo. También, es un excelente pasatiempo. No tengo la receta para relaciones exitosas, y no creo que nadie la tenga. El objetivo de mucho de mi trabajo es remover los mecanismos coercitivos que fuerzan a la gente a cumplir con las normas heteronormativas de género y familia. La gente a menudo se confunde, y piensa que otr*s activistas trans y yo estamos intentando borrar el género y queremos hacer que tod*s sean andrógin*s. Eso suena, de hecho, un poco aburrido para mí. Lo que quiero ver es un mundo en el que la gente no sea criminalizada, o expulsada de su familia, o excluida de servicios sociales, o acosada sexualmente en la escuela, o involuntariamente sujeta a una institución de salud mental, o privada de vivienda por el hecho de organizar su género, deseo o estructura familiar en una forma que ofenda a la norma. Espero que podamos construir esa visión practicándola en nuestras propias comunidades queers y activistas, y en nuestros acercamientos a nosotr*s mism*s. Seamos amables con nosotr*s mism*s y con cada un* de nosotr*s, y feroces cuando combatamos opresiones.      



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