martes, 29 de septiembre de 2015

Auto-biografía


Dice Valeria Flores que escribir una palabra es encarnarla en el cuerpo de una práctica. [...] Como un tejido/fluido más, la escritura que profunda e inaccesible mana de y circula por el cuerpo, se hace órgano o deshace la organización corporal del deseo prescripto, desterritorializando el deseo proscripto, reinventando una topografía corporal/ficcional inventada.*

Siendo que a saber lo que estaba pensando y a qué se refería Valeria cuando escribía esto (amigas posmos, traduzcan si entienden, por favor), lo leo como si fuera poesía y mi cuerpo rápidamente se hace eco y le da el sentido que necesita. Una fuga de un texto que habla de esto precisamente, interruqciones.

Más allá del deseo, escribir las palabras de ese relato que mana de y circula por el cuerpo, que se hace órgano, deshace la organización corporal de las mismas nociones que el cuerpo tiene de qué y quién es él mismo [digamos la cuerpa, y las nociones que la cuerpa tiene de qué y quién es ella misma, que nos pilla más cerca]. Si el cuerpo es memoria de todos los procesos que ha vivido y a los que ha reaccionado, se ha sobrepuesto, ha interactuado, ha aprendido, ha imitado, ha rehuido, ha explorado, ha identificado como reconocibles y/o validantes; si el cuerpo es esa memoria y los significados que le ha dado a todo eso, todos los lugares y posiciones en los que se ha colocado y recolocado, todas las sensaciones que ha vinculado con cada lugar y cada proceso, con cada sonido y cada imagen, con cada recuerdo, con cada estímulo, y la grandísima construcción orgánica que ha hecho con todo eso y todas las potenciales, las imágenes, las proyecciones, las visualizaciones; todas las potencialidades. El relato propio que mana de y circula por el cuerpo moviliza ese orden corporal, esa colocación.

Escribir una palabra es encarnarla en el cuerpo de una práctica, donde encarnarla es darle un cuerpo abstracto para que esa palabra-relato sea/tenga lugar/se constituya material (sus definiciones, sus bordes, sus límites, sus implicaciones), significante; y donde el cuerpo de la práctica es el propio cuerpo haciendo ese relato, haciéndose relato, relatándose (y con esto, reorganizándose).

Dice Mafe Moscoso que la auto-biografía de un cuerpo es la memoria de un territorio que se resignifica a sí mismo. Es una historia dolorosa y bella. Que a veces empieza con la vida y a veces termina con la muerte.* Escribir la auto-biografía de un cuerpo es hacer ese ejercicio de encarnar las palabras en el cuerpo de una práctica, con la que el mismo cuerpo-territorio se resignifica a sí mismo. 

Algunas prácticas de auto-biografía que he necesitado y necesito hacer, o cuál es el sentido/la intención con que mi cuerpo necesita reorganizarse/re-colocarse a través de esa práctica de autorrelato es hacerlas como prácticas de autodefensa (con carácter retroactivo, pero el cuerpo es capaz de mover cosas tanto tiempo después de que pasaran, y probablemente de aprender en base a procesos que quedaron en suspenso y se recuperan y se intentan completar en diferido), prácticas de autocuidado y prácticas de autorreparación. 







* Valeria Flores, en Prácticas indigestas de escritura, ensayo dentro de interruqciones. Ensayos de poética activista. (La Mondonga Dark, 2013), Neuquen, Argentina. 

  Mafe Moscoso en una red social, en relación a un taller que hizo en Los Oficios Terrestres, Mallorca.


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