“Mi amante va a llegar tarde. Espero que esté bien —esta mañana se fue llorando. Ayer por la noche lloramos las dos hasta muy tarde, aún me escuecen los ojos. Espero que no esté muy enfadada conmigo, o si no, que su enfado sea más fácil de soportar que si directamente me hiere. Ayer por la noche pensaba que se iba a partir el corazón sintiendo su dolor. Y es mi culpa, mi elección, mi responsabilidad. Le estoy pidiendo a mi amante andar a través de las llamas por razones que el resto del mundo consideraría frívolas, o incluso directamente condenables. Le estoy pidiendo a mi amante que sufra porque odio la monogamia.[...]
Mi amante está de vuelta. Me ha traído una flor. Aún no quiere que la abrace. Ella tiene la sensación de que su casa ha sido invadida por una energía exterior. Tuve cuidado de hacer la limpieza, todo está recogido, la cena está preparada, contemporización y concesiones, haré cualquier cosa para no sentirme tan horrorosamente mal. Mi amante no quiere ir al cine, no tiene hambre, tiene ganas de darse una ducha.[...]Mi amante está todavía acariciando al perro. Diosa mía [en lugar de "Dios mío"], las vibraciones son horribles. ¿Por qué insistí en hacer esto?. No estoy a punto de morir por lujuria insatisfecha. La verdad es que no estaba especialmente cachonda, o babeando por Catherine y sólo por ella.
Siempre hemos tenido una relación de carácter sexual, mi co-autora y yo, eso es parte de nuestra manera de escribir libros y de ser de las amistades más queridas. Habíamos estado esperando a retomar esa relación cuando mi reciente y tan amada amante estuviese preparada. Mi amante ya ha superado los miedos del sexo en grupo —mañana vendrá otra pareja a cenar y a apuntarse a mi spanking de cumpleaños, que ella misma organizó sin que yo la hubiese animado. Nunca tuvo vergüenza en las orgías, para su sorpresa. El año pasado tuvo más experiencias sexuales nuevas de las que tuvo en los 48 años previos, y en todo se sintió como pez en el agua. Excepto en esto.
Excepto en su pareja teniendo una cita con otra persona sola. A ella le cuesta aceptar el que yo tenga sexo sin que le incluya a ella, tiene problemas al sentir que la dejan de lado, tiene problemas con que lo hagamos en nuestra casa esta vez, no en territorio neutral. Quizá esto es un error. Quizás cometo muchos errores.
[...]Aún no quiere acercarse a mí. El aire está cargado de dolor, su voz suena espesa con el dolor —¿cómo he podido herirla así?. Diosa mía, odio esto.[...]Mi amante ya está preparada para hablar. Está cabreada. Realmente cabreada. Me guarda rencor por cada pensamiento deprimente y de miedo que ha tenido hoy, está furiosa de que la someta a la experiencia de sus propios sentimientos sin protección, y eso no es que lo haya dicho ella, es mi interpretación. Y eso no es tampoco lo que dije —este no era el momento para enfrentarse sobre tener unos límites claros y la importancia de ser responsable de tus propios sentimientos. La escuché. Esta vez escuché, sin interrumpir, intentando únicamente hacerle ver que la amo, que comparto su dolor, que estoy aquí por ella —esto es muy doloroso. Está furiosa conmigo y yo no me estoy dando permiso para defenderme a mí misma, y me duele
Esta historia no tiene un final ordenado —hablamos durante horas, o quizás estuve escuchando, y escuché lo duro que era para ella, cómo se sintió invadida, cómo sintió que su casa no era un sitio seguro, del miedo que tuvo a que no le gustase a mi otra amante, cómo se sintió atacada por ella y por mí, del miedo que tuvo a que la abandonase. No llegamos a conclusiones sencillas que se convierten en buenas historias para libros —simplemente nos dedicamos a dejar salir nuestra angustia, y nos fuimos a dormir exhaustas. Nos levantamos a la mañana siguiente sintiéndonos mejor, pero sin haberlo superado. El tema volvió a surgir en los dos días siguientes. La fiesta de cumpleaños ayudó, el quedar Catherine y su novia y mi amante y yo ayudó, pero fue difícil.
Mi amante y yo aun estamos enamoradas y trabajando en ello. Estamos comprometidas con esta relación, y con solucionar nuestras diferencias con compasión por la otra y por nosotras mismas. De vez en cuando me aterra la idea de que me abandonará, sólo porque odio la monogamia."
Extraído del blog La mosca cojonera
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